La tributaria de Petro: Emprendimientos exitosos bajo amenaza

Un campesino tiene una gallina, y su vecino tiene dos. Si los colombianos trabajadores, que somos la mayoría, fuésemos ese primer campesino, se nos antojaría también tener nosotros una gallina más.  Jamás se nos ocurriría que el vecino mate la suya, ¿verdad?. Pues la reforma tributaria tiene ese espíritu, matar la gallina ajena, y por eso hay que rechazarla. Un ejemplo claro, está en la forma como se propone esta vez el impuesto al patrimonio. En estos cortos párrafos explicaré por qué.

Rappi, Habi, Laika y Platzi tienen una historia en común: son empresas que crecieron porque algún inversionista arriesgado creyó en ellas cuando sólo eran una idea de algún emprendedor ingenioso. Hoy son grandes multilatinas que generan miles de empleos y mueven multiplicidad de actividades en comercio, industria, construcción y servicios. El estudio Colombia Tech Report 2021 mostró que la inversión en tecnología e innovación creció 112% entre 2010 y 2021. No tiene ningún sentido frenar con impuestos esa trayectoria, cuando los logros francamente no fueron fruto del apoyo gubernamental recibido estos años. Y el riesgo, además, sigue siendo el mismo en esos nuevos emprendimientos.

Cualquier gobernante con visión quisiera que fueran más empresas. La semana pasada, por ejemplo, el Concejo de Bogotá aprobó en primer debate un proyecto del Centro Democrático que impulsa la educación financiera y promueve el emprendimiento. Pero, al mismo tiempo, el gobierno Petro parece apostar en el sentido contrario y frenar esa dinámica con un impuesto absurdo. La reforma tributaria que está en trámite en el Congreso pretende que desde el inicio esas empresas tributen el impuesto al patrimonio. La inyección de capital que reciben estos innovadores para desarrollar su negocio entra a formar parte de su propio patrimonio; sin importar que la empresa sea o no rentable en los primeros años, debe darle el 1% al Estado. Parece poco, pero todo recurso es crucial en los primeros años y  lo más común es que los emprendimientos no generen utilidades al inicio de su creación.

Con el impuesto de renta, el empresario sufre también, pues no solo tiene que pagarlo junto con el IVA del 19%, sino que deberá pagar ahora una doble tributación, cuando las utilidades que reparte entre los socios de la empresa, llamadas dividendos, hagan parte de sus ingresos anuales. Ahí puede terminar pagando hasta el 39%, dependiendo del nivel de ingresos. Pero al menos eso depende de si le va bien. Si le va mal, o si se demora en despegar los primeros años, paga impuestos proporcionalmente bajos.

En Bogotá debemos estar especialmente alerta. Según Invest in Bogotá, en la ciudad se han movilizado más de mil millones de dólares en financiamiento a emprendimientos, solo en el primer semestre de este año. Estamos en un auge dentro de ese ecosistema, explicable por la llegada de nuevos actores, y por una promoción dinámica que lideró el gobierno anterior. No podemos arriesgar perder lo labrado en ese camino. En Bogotá debemos rechazar ese punto de la reforma, y evitar así matar la gallina del vecino.

Javier Ospina

Concejal de Bogotá