Lo bueno, lo malo y lo feo de la Región Metropolitana

Bogotá es una región metropolitana desde hace años, salvo para el Estado. Quienes nos leen desde las localidades fronterizas, quienes viven y trabajan en la sabana, quienes compran en plazas de mercado, o quienes simplemente disfrutan de un paseo dominical a municipios cercanos, saben bien que la ciudad región ya existe. Son 116 municipios del departamento de Cundinamarca, 8 solo en el primer anillo (Cajicá, Chía, Cota, Funza, Mosquera, Madrid, Soacha y La Calera). En ellos vivimos, trabajamos o consumimos todos, sin fronteras.

Javier Alejandro Ospina – Concejal Centro Democrático

Lo que faltaba era una figura institucional funcionando. Hasta el 2020 no teníamos mecanismo asociativo de verdad, en la que tratáramos a esos municipios como iguales. Una figura en la que los planes, programas y proyectos no fueran saludos a la bandera, sino que se materializaran a través de un sistema de decisiones vinculantes. Por el tamaño de Bogotá, nunca se logró poner de acuerdo los municipios alrededor de un área metropolitana, contemplada hasta entonces en la Ley. Siempre se vio desventajoso y peligroso. Era  una amenaza real volverse al final localidad.

Por eso una institucionalidad innovadora, como la que construyó en coautoría la bancada del Centro Democrático en el Congreso durante el periodo anterior, era tan necesaria. Solucionó administrativamente el problema al crear una instancia, llamada Consejo Regional, a la que pertenecerían, en calidad de iguales, Bogotá, el departamento y los municipios que decidan entrar. Y lo hacen a partir de unos temas  llamados hechos metropolitanos, pensados para enfocar  el esfuerzo regional no en todos los temas, sino en aquellos en los que se requiera pensar más allá de las fronteras: movilidad, infraestructura, seguridad, servicios públicos, distribución de alimentos, medio ambiente y ordenamiento territorial.

 Pero vamos a lo concreto. En plata blanca, se nos simplificará la vida a los ciudadanos, rendirá más el recurso público, y las soluciones de transporte y servicios serán mejores y más grandes. Lo bueno: podremos, por ejemplo, viajar en sistemas integrados con pagos y tarifas unificadas, la policía podrá coordinar operativos, inteligencia y programas de promoción de la convivencia dirigidos a bogotanos y  cundinamarqueses por igual. Podremos tener una sola empresa de acueducto y alcantarillado, con mayor infraestructura y mejores tarifas, y lograremos que los alimentos de  la  región lleguen a mejores precios a nuestras mesas, sobre todo a las de los más vulnerables.

Lo malo es que falta mucho, y como siempre pasa  en estos temas, una cosa es la idea, y otra como se implementa. El diablo está en los detalles, y lo que se aprobará en el Concejo es un cheque en blanco para que entre alcaldes y el gobernador decidan todo, y detallen todo. Malo además que no se haya podido ajustar el funcionamiento de las corporaciones autónomas, lo que dificultará la implementación de las iniciativas ambientales.

Feo, y muy feo: que nos reduce la participación en las decisiones de nuestra ciudad. Es cierto que la corte solucionó el tema al explicar que los miembros  del Consejo Regional fueron elegidos popularmente. Pero la democracia representativa queda herida de muerte. Este Concejo de Bogotá, será casi inane en los temas de competencia regional, y los planes de desarrollo estarán pintados en la pared. Como Concejal enmendaré  esa plana, quizás aprobaremos la entrada de Bogotá a la Región Metropolitana,si es así defenderé la corporación y el voto ciudadano, proponiendo con toda firmeza que las decisiones del Consejo Regional nos tengan siempre en cuenta.

Javier Ospina

Concejal de Bogotá